Poema

De pronto recordé este maravilloso poema de J.L.Borges, cuyos últimos versos me sacuden cada vez que los leo.

Cristo en la cruz

Cristo en la cruz. Los pies tocan la tierra.
Los tres maderos son de igual altura.
Cristo no está en el medio. Es el tercero.
La negra barba pende sobre el pecho.
El rostro no es el rostro de las láminas.
Es áspero y judío. No lo veo
y seguiré buscándolo hasta el día
último de mis pasos por la tierra.
El hombre quebrantado sufre y calla.
La corona de espinas lo lastima.
No lo alcanza la befa de la plebe
que ha visto su agonía tantas veces.
La suya o la de otro. Da lo mismo.
Cristo en la cruz. Desordenadamente
piensa en el reino que tal vez lo espera,
piensa en una mujer que no fue suya.
No le está dado ver la teología,
la indescifrable Trinidad, los gnósticos,
las catedrales, la navaja de Occam,
la púrpura, la mitra, la liturgia,
la conversión de Guthrum por la espada,
la inquisición, la sangre de los mártires,
las atroces Cruzadas, Juana de Arco,
el Vaticano que bendice ejércitos.
Sabe que no es un dios y que es un hombre
que muere con el día. No le importa.
Le importa el duro hierro con los clavos.
No es un romano. No es un griego. Gime.
Nos ha dejado espléndidas metáforas
y una doctrina del perdón que puede
anular el pasado. (Esa sentencia
la escribió un irlandés en una cárcel.)
El alma busca el fin, apresurada.
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre
haya sufrido, si yo sufro ahora?

(J.L.Borges, Los Conjurados, 1985)

Dios equivocado

Pobre tipo, fue a pedir trabajo y se encontró con la sorpresa de su vida.
Este tipo de cosas las debe hacer barba desde arriba tipo joda, o debe haber sido una apuesta entre santos medio borrachos.

Ayer a la madrugada, un hombre de 82 años que esperaba su turno para entrar al santuario porteño de San Cayetano en Liniers sufrió un paro cardíaco y, pese a haber sido trasladado hasta el Hospital Vélez Sarsfield, falleció poco después.

(de La Capital)

Una Sorpresa

Hacía mucho tiempo que un CD no me sorprendía como el que descubrí la semana pasada en Bretagne.

Es maravilloso, siendo músico desde hace tantos años, ser aún capaz de ser golpeado emocionalmente de manera tan primitiva y sutil al mismo tiempo.

Ahora ya nunca podré olvidar los paisajes de Finistère (qué hermoso, Finis-Terrae: fin del mundo, lo fue alguna vez para aquellos a los que el horizonte les parecía demasiado lejano como para ser desafiado).

Ahora cada vez que escuche esta música recordaré como paseábamos por estos increíbles paisajes, todos mudos y atónitos, reverenciando el sonido del comienzo del barroco, o del fin del renacimiento, que sus límites no son tan precisos como las rocas del fin del mundo.

Fin del mundo

Y para el que se atreva, cuando encuentre un momento contemplativo e íntimo, alejado de lo cotidiano y trivial, aquí un clip que debe ser escuchado hasta el fin.

[audio:Dextera Domini fecit virtutem.mp3]

Reencuentros

Después de dos semanas y media de estar de viaje (algunas fotos acá) vuelvo, abro esta página con la intención de darle una temporaria resucitación y me encuentro totalmente falto de inspiración.
Pucha, ¿han pasado ya esos tiempos en los que mi prosa brillante y fluída traslucía influencias de Baroja y Woody Allen?
¿Qué ha pasado con mi desopilante originalidad, siempre pronta a despertar emociones encontradas en el puñado de lectores regulares e incondicionales?
¿Es que mi genio se ha adormentado? Y si así fuere, ¿despertará? ¿cuándo? ¿y lo hará sin resaca?
Estas preguntas encontrarán quizá respuesta un día que espero cercano. Mientras tanto me pregunto ¿cómo carajo encontró este sitio Pablo Alcaraz?
Este viejo amigo dejó un comentario unos días atrás y me alegró el día.
Hicimos la escuela primaria y parte de la secundaria juntos.
Durante ese tiempo siempre lo consideré mi mejor amigo y no hubo por bastante tiempo sábado que no almorzáramos alternativamente en casa de uno u otro.
Bastante atorrante el tipo, siempre se las ingeniaba para ser buen alumno, por lo que pueden sospechar que era inteligente.
Hace años que no nos encontramos, es claro que dejé el país en 1995, pero igual no es excusa.
Siempre lo recuerdo, ya que tiendo a mirar hacia atrás con nostalgia y él está presente en muchas buenas memorias (ya sabrán algunos que soy el tipo melancólico que piensa con convicción que “todo tiempo pasado fue mejor”).
Hoy, que vuelvo lentamente a la contemplativa lluvia de mi amada Amsterdam luego de unos soleadísimos días en Francia, me pareció oportuno este cortísimo brindis por una parte del pasado con la que me reencontré sin querer.

Salud.