Un amor que no fue

Una pareja en su primera cita camina por la calle.
Todo es muy romántico, no podría ir mejor para las expectativas de los dos.
De repente a ella se le escapa un pedo.
La magia se rompe. El momento es incómodo. Los dos se ofuscan y todo parece encaminarse al desastre.
Para intentar salvar la situación, en un supremo esfuerzo y como último recurso, él se descerraja un estruendoso pedo.
La situación (se daría prontamente cuenta) empeora. Es crítica. Ya las caras son largas y no ven la hora de acabar con la promenade que los ata ridículamente uno al otro.
Con alivio se dan cuente de que han llegado a la casa de ella y, ya sabiendo todo perdido, él le pregunta:

– ¿Me permitirías usar el baño que me cagué encima?

Recordar

Ese día, otro en el que seguramente también como siempre me había propuesto mantener un perfil bajo sin éxito, cenando con los compañeros de trabajo de Rut, ya entonado, achispado por el vino, empece con mi diatriba en contra de la corrección política y dije algo así como:

Ya no se puede decir negro sin que sea considerado un insulto.
Ya no se puede decir judío sin que sea considerado un insulto.

El interlocutor puso en duda mi afirmación.

Una gaffe importante.