Una pareja en su primera cita camina por la calle.
Todo es muy romántico, no podría ir mejor para las expectativas de los dos.
De repente a ella se le escapa un pedo.
La magia se rompe. El momento es incómodo. Los dos se ofuscan y todo parece encaminarse al desastre.
Para intentar salvar la situación, en un supremo esfuerzo y como último recurso, él se descerraja un estruendoso pedo.
La situación (se daría prontamente cuenta) empeora. Es crítica. Ya las caras son largas y no ven la hora de acabar con la promenade que los ata ridículamente uno al otro.
Con alivio se dan cuente de que han llegado a la casa de ella y, ya sabiendo todo perdido, él le pregunta:
– ¿Me permitirías usar el baño que me cagué encima?