Me hinchan las bolas (I)

Bátense palmas y entónanse cánticos dando la bienvenida a un nuevo ciclo (¡tan reclamado por la plebe!) de cosas que me hinchan las bolas.
En nuestra primera entrega

El políticamente correcto

Esta especie, que tanto abunda en sociedades “superadas” y post-freudianas como la argentina u holandesa, molesta con su presencia ubícuamente censora y represiva.
Toda vez que alguien comete la ingenuidad de contar un chiste de judíos, o llamar “negro” a un negro, esta persona pone la cara ilustrada a continuación

y acomete con lecciones de sabihonda moral.

Cuando uno dice “mucama” miran con reprobación y corrigen a “chica de la limpieza” o “empleada doméstica”.
Un negro debe ser llamado “persona de color” (aquí me pregunto: ¿Por qué “negro” es peyorativo y “blanco” no lo es? ¿Acaso el blanco no es un color también? ¿Por qué un negro es una “persona de color” y un blanco no lo es? ¿Es transparente?)
“Puto” (palabra que escandaliza más a los heterosexuales que a los homosexuales) debe ser reprimida.

Próximamente no podrá decirse “maestro” sino “persona que imparte enseñanza” ni “taxista”, que deberá ser reemplazado por “Marroquí que nos guía a nuestro destino” (aquí habría que agregar “en coche” porque de lo contrario podría ser malinterpretado por otra clase de gente).

El políticamente correcto está acechando constantemente en espera de la oportunidad de lanzar un panfleto político que no comprende muy bien y que está basado en una dudosa moral de una igualdad que no existe.

Somos distintos, por suerte, y ahí está lo bueno.

Los judíos tienen fama de avaros, los argentinos de ególatras y los gallegos de brutos. Seguramente habrá alemanes miserables, japoneses arrogantes y finlandeses idiotas, pero los chistes no tendrían tanta gracia.
Algo habrá de cierto, de todos modos.

A mí no me hinchen las bolas que ya soy grande y me hago cargo de lo que pienso y digo.
Y al que no le guste le recuerdo que la única puerta que está siempre abierta es la de salida (salvo para la austríaca de Amstetten).