El verdadero camino va por una cuerda que no ha sido tendida en lo alto, sino apenas sobre el suelo. Parece destinada más a hacer tropezar que a que se camine por ella.
Todos los errores humanos son impaciencia, una prematura interrupción de lo metódico, un aparente implantar de la cosa aparente.
Comprender la felicidad de que el suelo sobre el que estás de pie no puede ser más grande que los dos pies que lo cubren.
A partir de determinado punto ya no hay regreso.
Es preciso alcanzar ese punto.