Otro sueño

En otro sueño, más tarde, o quizá el mismo, yo estaba sentado en una esquina, bajo el alero de una casa, en Rosario, esperando que saliera la gente de adentro.
Cantaban, era un coro, y curiosamente estaba cantando ahí mi hermano Fabián.Yo le decía a mi compañía de mesa, un par de chicas: “ahora lo van a conocer a mi hermano”.
Al fin salían, pero él no estaba.
Se iban todos, casi todas mujeres, muy rápidamente, sin reparar en nuestra presencia.
La directora me dijo “se quedaron más tiempo todos por esperarte y saludarte. ¿Por qué no entraste?”
Yo contesté que estaba ahí afuera esperándolas, y lamentaba no haberlas visto.
Cruzando la calle había una galería comercial abierta. Iba hacia ella y me alegraba de ver a casi todas las chicas mirando vidrieras. Me acercaba a saludarlas, sobre todo a las lindas. Todas me trataban con afecto, menos una más chica que iba detrás mío diciéndo “gordo, sos un gordo”.
Yo me preocupaba, pero otra chica me decía que no le hiciera caso, que no era cierto.
Me encontraba con un amigo o conocido, a quién le preguntaba “¿Cuándo volvemos a hacer un partidazo de ajedrez?” Él me respondía que el sábado siguiente podría organizarlo. Yo sabía que el sábado siguiente no estaría, pero le daba a entender que contara conmigo.
De repente yo seguía caminando y ví a mis viejos sentados a una mesa de cafe, al aire libre. Dije “ah, mis viejos están” y me acerqué a ellos.
De golpe estaba sentado en una fila de sillas, enfrentada a otra, sobre el césped. A mi izquierda quedaba una silla vacía. Había un bebé, de 1 o 2 años, y yo le explicaba lo que era un banco con palabras simples, pero con una explicación completa. Un señor mayor, de la fila de sillas de enfrente, empezó a mirarme con sospecha. Quizá sospechara que le estaba explicando algo muy difícil al bebé, pero creo que estaba en desacuerdo con mi opinión y explicación sobre lo que era un banco, así que atraje hacia mí al bebé y lo senté en la silla contigua, donde seguí explicándole todo en voz baja.
Más tarde, en otro lugar, me encontrá con el bebé y le dije que les repitiera a todos lo que era un banco. El bebé empezó con una explicación increíblemente más compleja que la que yo le había dado, y elaborada, usando un lenguaje técnico muy complicado. Yo no sabía de dónde había sacado esa explicación.

Un sueño

Soñé que estaba en la casa de Hogwood, que nos invitaba a comer. Lo habíamos pasado a saludar, pero se hizo la hora de la comida y no tuvo más remedio que invitarnos. En un momento se levanta a atender el teléfono, y se queda hablando mucho tiempo. Yo pensé que no era raro, porque le gustaba mucho hablar en general.
Nos quedamos con su esposa en la mesa, con quien se había casado por compromiso o comodidad, por no estar solo y por tener una asistente permamente. Ella, luego de un par de respuestas agudas mías, me consideraba un interlocutor inteligente y eso me agradaba.

Al fin volvía Hogwood, con un libro de autor inglés, quizá Graham Greene. Leía un párrafo, que al final decía algo como:

“Los que visitan a veces este país son los holandeses, que son muy deportistas pero sólo les interesa el futbol. No dejan de decir “Ik kon het niet helpen”.

Hogwood lo pronunciaba a la perfección.

A mí la frase de Greene me causaba muchísima gracia, y me enorgullecía de la manera que se enorgullece a quien le nombran la patria en otro país.

Me acercaba donde estaba Rut, y le pedía a Hogwood que por favor también se la leyera a ella.

Él, divertido, sacaba no ya un libro sino un block de notas en el que cada página tenía una cubierta de papel semitransparente para protegerlo. El párrafo en cuestión estaba lleno de tachaduras y correcciones. En el sueño me admiraba su perfeccionismo, sin darme cuenta que estaba corrigiendo la obra de otro.

Hogwood leía y Rut, todo el tiempo, intentaba cerrar una puerta que volvía a abrirse, sin ruido.
Rut no dejaba de hacer eso y yo me ponía muy nervioso por el desprecio y porque Hogwood empezaba a notar el desinterés. Leía y ella estaba dada vuelta cerrando una y otra vez las puertas.
Yo le hacía señas desesperadas con la cabeza, que ella parecía no entender, aunque quizá por su gesto de fastidio quizá entendiera y a propósito no hiciera caso.

Nada me viene bien

Soñé que arriba de mi casa vivía Piazzolla.
Me sentía orgulloso de ser su vecino y me encantaba escucharlo tocar, pero no soportaba cada vez que golpeaba el suelo con el pie para hacer acentos con el bandoneón.

Un sueño

Soñé que llegaba a Rosario y mamá estaba cocinando y me decía: “las papas que hiciste: una mierda”. Yo le reprochaba que hacía un año que no me veía.
Nos sentábamos a la mesa todos menos ella. La nona tenía que ir a mi casa a comer y yo le decía a Fabi: “¡Uy, nos olvidamos de la nona!” “No importa, llamala y mañana le hacemos unos tomates rellenos”.
De fondo se oía un piano: era mamá tocando algo a propósito triste para despertar compasión. Eran unos acordes muy sensibleros que tocaba fuertísimo. Yo la imaginaba (y la sabía) completamente bañada en lágrimas, emocionadísima, convencida ella misma de lo que nos quería convencer a nosotros.