16 máximas

16 THINGS THAT IT TOOK ME OVER 50 YEARS TO LEARN:

1. Never, under any circumstances, take a sleeping pill and a laxative on the same night.
2 If you had to identify, in one word, the reason why the human race has not achieved, and never will achieve, its full potential, that word would be ‘meetings.’
3. There is a very fine line between ‘hobby’ and ‘mental illness.’
4. People who want to share their religious views with you almost never want you to share yours with them.
5. You should not confuse your career with your life.
6. Nobody cares if you can’t dance well. Just get up and dance.
7. Never lick a steak knife.
8. The most destructive force in the universe is gossip.
9. You will never find anybody who can give you a clear and compelling reason why we observe daylight savings time.
10. You should never say anything to a woman that even remotely suggests that you think she’s pregnant unless you can see an actual baby emerging from her at that moment.
11. There comes a time when you should stop expecting other people to make a big deal about your birthday. That time is age eleven.
12. The one thing that unites all human beings, regardless of age, gender, religion, economic status or ethnic background, is that, deep down inside, we ALL believe that we are above average drivers.
13. A person, who is nice to you, but rude to a waiter, is not a nice person.  (This is very important. Pay attention. It never fails.)
14. Your friends love you anyway.
15. Never be afraid to try something new. Remember that a lone amateur built the  Ark.  A large group of professionals built the Titanic.
16. Thought for the day: Men are like fine wine. They start out as grapes, and it’s up to the women to stomp the crap out of them until they turn into something acceptable to have dinner with.

by: Dave Berry

Ley de vida

Desde que comenzó todo este lío de la crisis financiera mundial vengo diciendo que me avergüenzo de la total falta de ética de los gobiernos de salir al rescate de un sistema privado.

Yo, en mi supina pero convencida ignorancia, considero que habría que dejar que todo se vaya a la mierda (dicho así prontamente) y que la ley de la jungla haga el trabajo de selección natural para que sobreviva el más fuerte.
(De todos modos de esa misma manera es que se acabaron los dinosaurios y surgió la raza humana).

Ingenuamente me pregunto cuantas generaciones de personas se salvarían con el dinero gastado en pagar por los errores de los especuladores y los parásitos del mundo, y cuando digo “generaciones de personas” trato de imaginarme no un conjunto enorme, sino muchísimas individualidades juntas, cada una con sus sueños, con sus ilusiones, con sus dolores y con sus muertes.

Me dio pereza ponerme a escribir sobre el tema; yo sufro de pereza crónica y creo que es la razón principal por la que no sea premio nobel de algo.

Algunos días después leí en el muy buen blog Mi mesa cojea la nota que transcribo literalmente a continuación, la cual representa mucho de lo que pienso y que me evita ponerme a redactar:

Hace unos meses, Cuatro emitía un reportaje en el que el siempre dicharachero Jon Sistiaga nos mostraba el mercado de las armas en Norteamérica. Paseaba por una feria mientras su voz en off remarcaba la inadecuada presencia de infantes en aquellos encuentros de amantes del sr. Smith y del sr. Wesson.

Entre los muchos personajes que desfilaban frente a la cámara, recuerdo uno que afirmaba que tener armas en casa le hacía sentirse más seguro ante un posible ataque. El intrépido Sistiaga, cejas en arco, le preguntaba de quién pretendía defenderse. Y el tejano, con la naturalidad de quien está convencido de tener razón, respondía:

“De mi Gobierno, claro.”

La voz en off de Sistiaga remarcaba entonces las carencias de la cultura norteamericana, madre del amor hermoso, cómo está el patio por aquí para que la gente crea que necesita armas para defenderse de su Gobierno.

“¿Es que en España la gente no lleva armas?”, preguntaba alucinado el tejano.

Y la sonrisa del europeísimo Sistiaga le decía que no, hombre, que aquí somos mucho más cultos y sensatos y confiados, y dejamos las armas exclusivamente en manos de la pasma, la legión, los escoltas y las mafias del este. ¿Para qué cojones vamos a necesitar armas nosotros, los hombres y mujeres de bien?

Creo que ésa fue la primera vez que pensé que en América la revolución aún era posible, mientras que en Europa el pueblo ya había sido derrotado y, además, lo íbamos pregonando por el mundo como unos perfectos gilipollas.

Me equivocaba, por supuesto. También en América el pueblo ha sido derrotado.

Stanley O’Neall ha ganado 161 millones de dólares al abandonar la presidencia de Merrill Lynch para que el Banco de América se haga cargo. Charles Prince ha conseguido 40 millones de dólares por abandonar Citigroup debido a las enormes pérdidas que su gestión ha provocado.

Mientras Lehman Brothers negociaba su posible rescate con el Gobierno Federal, Richard Fuld, consejero delegado de la empresa, ganaba 17.000 dólares a la hora. A la hora. Por eso seguramente las negociaciones se alargaron tanto.

Y está, por supuesto, el ya célebre caso de los directivos de AIG, que festejaron el rescate gubernamental de su empresa gastándose 440.000 dólares en un balneario de lujo, con todo lo que todos imaginamos incluido.

Ahora el gobierno federal ha destinado 700.000 millones de dólares para salvar el sistema. El problema, todos lo sabemos, es que el sistema es toda esa gente de ahí arriba. El sistema es lo que ellos quieren que sea.

La Revolución francesa estalló por menos.

Si algo ha quedado claro en esta crisis, o lo que quiera que sea, es que la revolución como motor de cambio de la estructura social ya no es posible. La subversión ha sido aplacada sin llegar a tener lugar. Ni un chispazo. Ni un disparo. Ni una sola gota de sangre. Sólo editoriales tibios y presidentes sin poder alguno pidiendo calma y confianza en quienes se burlan de nosotros en cada dólar, en cada euro, en cada libra. En el siglo XXI el cinismo es moneda única, y la furia un arrebato adolescente de mal gusto, reducto de blogs y unas pocas conversaciones de cafetería.

Los ciudadanos, en cualquier parte del mundo, vamos a trabajar y, resignados, bromeamos con el posible fin del capitalismo, con el corralito, con la pérdida de nuestros ahorros. Y arrugamos la frente como hacen los viejos que ya han visto morir a muchos amigos y ven ahora morir a otro. ¿Qué le vas a hacer, hijo mío?

Es ley de vida.

Grandes verdades

No soy ateo, sino agnóstico, pero los postulados de lo que transcribo abajo aplican por igual al agnosticismo.

“Los que peticionan son ateos y definen su estilo de vida como sigue:

El ateo se ama a sí mismo y a su prójimo en vez de a un dios. El ateo sabe que el paraíso es algo por lo cual deberíamos trabajar ahora (aquí en la tierra) para que todos los hombres juntos lo disfruten. El ateo cree que no puede obtener ayuda a través de la oración, sino que debe encontrar en sí mismo la convicción y la fuerza interna para encontrarse con la vida, aferrarla, someterla y disfrutarla. El ateo cree que sólo en el conocimiento de sí mismo y de su prójimo puede encontrar el entendimiento que lo ayudará a vivir una vida plena de logros.

Por lo tanto, busca conocerse a sí mismo y a su prójimo más que conocer a un dios. El ateo sabe que debería construirse un hospital en vez de una iglesia. El ateo sabe que se debe realizar una acción en vez de rezar una plegaria. El ateo lucha por involucrarse en la vida, no escaparse hacia la muerte.

Quiere que la enfermedad sea sometida, la pobreza derrotada, y la guerra eliminada. Quiere que el hombre entienda y ame al hombre. Quiere una forma ética de vida. Sabe que no podemos poner nuestra confianza en un dios, ni enfocar acciones con una plegaria, ni tener esperanza de que los problemas se terminen en el más allá. Sabe que somos los cuidadores de nuestros hermanos y de nuestras propias vidas; que somos personas responsables, que el trabajo se hace aquí y que el momento es ahora.”

Leído en Arkhos, originalmente en Sin Dioses

Empatía

Genial.
Encontré lo que sigue, con foto y todo, en el blog (español) Mi mesa cojea y me reí mucho.
También porque me simpatiza la gente con autocrítica, como Sánchez Dragó.

Aquí va:

En la imagen, un español rodeado de personas normales en la Basílica de San Pedro (El Vaticano).
En la imagen, un español rodeado de personas normales en la Basílica
de San Pedro (El Vaticano).

Bajitos, peludos, maleducados, incultos y gritones. Los españoles somos los ewoks de Europa. Los euroguacanitos.
Será porque tenemos una dictadura todavía soplándonos en la nuca.
Será porque nuestras universidades son las peores del primer mundo, o porque nuestros políticos son tan imbéciles como el más imbécil de los españoles. Será porque no tenemos un New York Times o un Le Monde. Sea por lo que sea, el hecho es que los españoles sólo destacamos cuando hay una pelota de por medio, y sólo muy de vez en cuando. Esto es: cuando estamos callados.
Si uno se pasea por la Europa de verdad, en menos de diez minutos se encontrará con una mujer bajita y culona amarrada del brazo de un señor gris por muchos colorines que lleve encima. Estarán sentados en una terraza, diciendo que los ingleses no saben comer y que donde esté una tortilla de patatas que se quite todo. O estarán gritándole al niño que, por lo que más quieras, David, deja de pegarle patadas a ese señor tan rubisísimo. O sacándose una foto frente al Zara de turno, congratulándose de que aquí los pantalones sean mucho más caros que en el Zara del pueblo.
Porque en Europa todo es más caro que en Espein. Más caro y más alto y más guapo y mucho más educado. O a lo mejor es que, como los europeos no gritan, su falta de ducación pasa más desapercibida.
Porque el verdadero problema de la idiotez española no es tanto su intensidad (que también) como los decibelios en que se expresa. Los españoles gritamos nuestra estupidez a Europa como si fuésemos su último baluarte. Como si, en el fondo, la idiotez fuese una cosa de pura raza española, como la eñe, las flamencas y el lince ibérico, cuya supervivencia dependiera sólo de nuestro empeño.
La idiotez, en el agosto europeo, es orgullosamente rojigualda. Con dos cojones, y un toro.

La noticia que interesa

Días pasados chocó un avión en Madrid en el que murieron 154 personas y sobrevivieron poco menos de 20.
El hecho tuvo gran cobertura, primeras planas, minutos morbosos en TV y muchas imágenes con humo, equipaje chamuscado y algún que otro juguete en medio de la pista de aterrizaje: conmovedor.
Hoy se estrelló otro avión y murieron unas 80 personas. Increíblemente también hay una veintena de supervivientes. Salió en un recuadro chiquito de algunos diarios, por debajo de la medalla de plata en basquet para España.
La diferencia con el primer accidente es que este último sucedió en Kirguizistán, un país que casi con seguridad Usted que lee no sabía que existía.
Morirse en Europa tiene sus privilegios.
Nadie dice ni mu de las 40.000 personas que mueren de hambre. Por día.

Borges y Bioy

Uno de los libros más entretenidos y que con más placer leo últimamente, por sus citas, conversaciones, descripciones y reflexiones, es el compendio de los diarios de Bioy Casares en los que habla de su relación con Borges.
Me alegro mucho de haberlo comprado porque lamentablemente Argentina tiene un poco de desdén hacia Bioy y no suele reeditar gran parte de su obra.
Por suerte también compré ni bien salió sus obras completas, en 5 volúmenes que no se han reeditado, para vergüenza de las editoriales que se empeñan en vender autores ilegibles como Coelho.
También tengo muchos libros de miscelánea, reportajes, y ediciones sueltas de sus obras ya leídas muchas veces.
Uno tiene suerte si encuentra en las estanterías “La invención de Morel” o “Diario de la guerra del cerdo”, pero sus cuentos están prácticamente agotados, igual que su maravillosa “Dormir al sol”.
Deben ser cuestiones políticas de esta deplorable era “K”, en la que se es muy fácil ser políticamente incorrecto sólo por haber nacido en una familia acomodada y, para peor, dueña de muchos campos.

Estos diarios, editados por Destino, están reunidos en un tomo muy gordo, de casi 1700 páginas, de las cuales absolutamente cada una tiene algo con lo que maravillarse.
Es sabido lo minucioso que era Bioy al escribir sus diarios, ejercicio que se autoimponía a diario.
Algunos diálgos de los transcriptos son brillantes, con un sentido del humor refinadísimo y sutil, lleno de las ironías que al leerse en la obra tanto de Bioy como de Borges uno podría considerar estudiada, pero que era evidentemente natural y espontánea.
Otros (la mayoría) muestran que la literatura era el tema casi excluyente de estos dos genios.
No me sorprende. Yo tiendo a hablar sólo de música cuando me encuentro con músicos.

Este párrafo es una muestra

Borges: “Estrella Gutiérrez me dijo que un verso de Darío siempre se imprime con la misma errata. La coma después de árbol en:

Dichoso el árbol, que es apenas sensitivo.

No creo que sea una errata. Sin coma, sería un árbol particular, el que es apenas sensitivo; Darío se refiere a todos los árboles. Para no hacer hincapié en su estupidez, sugerí que peor era la errata de la línea siguiente:

Y más la piedra pómez, que esa ya no siente.

Me miró sin comprender.”

Me maravillo tan sólo de imaginar lo que deben haber sido tantas horas de charla entre los dos.

Eran también muy despiadados con algunos colegas a los que consideraban mediocres o malos:

“La fama de Conan Doyle no es la misma que la de Wordsworth, ni la de Beatriz Guido que la de Groussac. Schiavo no tiene ninguna de las dos.”

o

“Yates le comunicó [a Borges]: ‘¿Sabe quién está en Buenos Aires? ¡Anderson Imbert!’. Borges le respondió: ‘Como en Buenos Aires hay varios millones de personas, nos queda la esperanza de no encontrarlo'”

Cuando alguien le preguntó a Borges cómo se llevaba con fulano de tal, que era bastante sordo, dijo:

Cada vez mejor; yo no lo veo y él no me oye.

o también

Borges: “Victoria [Ocampo] me trajo una vez un poema de no sé quién para Sur y me preguntó: “¿Qué tal es?”. Yo le dije: “Y a usted, ¿qué le parece?”. “Yo no entiendo mucho de poemas en español”, me contestó”.
Bioy: “Tampoco en otros idiomas”.
Borges: “Es claro, debí decirle: “¿Por qué esa modestia? ¿Por qué esa limitación?”. Su incomprensión es enciclopédica.”

de Romualdo Brughetti dice:

“Un colmo de insignificancia, con el inconveniente de su realidad”

Fué sin duda una amistad muy íntima y única desde lo literario. Al menos yo no conozco una relación así entre dos grandes de la literatura.
Mozart y Haydn fueron amigos, Bach y Telemann también, pero nunca hasta el punto de Borges y Bioy.

Las últimas anotaciones son muy tristes:

Lunes 12 de Mayo de 1986: Hoy hablé con Borges, que está en Ginebra […] y le pregunté cómo estaba. “Regular, nomás”, respondió. “Estoy deseando verte”, le dije. Con una voz extraña, me contestó: “No voy a volver nunca más”. La comunicación se cortó. Silvina me dijo: “Estaba llorando”. Creo que sí. Creo que llamó para despedirse.

Sábado, 14 de Junio de 1986: Después de almorzar en la Biela, con Francis Korn, decidí ir hasta el quiosco de Ayacucho y Alvear, para ver si tenía Un experimento con el tiempo: quería un ejemplar de reserva. Un individuo joven, con cara de pájaro, que después supe que era el autor de un estudio sobre las Eddas que me mandaron hace meses, me saludó y me dijo, como excusándose: “Hoy es un día muy especial”. Cuando por segunda vez dijo esa frase le pregunté: “¿Por qué?”. “Porque falleció Borges. Esta tarde murió en Ginebra”, fueron sus exactas palabras. Seguí mi camino.
Pasé por el quiosco. Fui a otro de Callao y Quintana, sintiendo que eran mis primeros pasos en un mundo sin Borges. Que a pesar de verlo tan poco últimamente yo no había perdido la costumbre de pensar: “Tengo que contarle esto. Esto le va a gustar. Esto le va a parecer una estupidez”. Pensé: “Nuestra vida transcurre por corredores entre biombos. Estamos cerca unos de otros, pero incomunicados”. Cuando Borges me dijo por teléfono desde Ginebra que no iba a volver y se le quebró la voz y cortó, ¿cómo no entendí que estaba pensando en su muerte? Nunca la creemos tan cercana. La verdad es que actuamos como si fuéramos inmortales. Quizá no pueda uno vivir de otra manera.

Yo recuerdo el día de la muerte de Borges. Estaba en clase en la escuela y me lo dijo mi profesora de historia, casi al pasar.
También me acuerdo de la muerte de Bioy, en 1999. Yo ya vivía en Amsterdam y lloré bastante cuando leí la noticia.
Lloré también porque supe que mi sueño de conocerlo en persona y hablar con él no sería ya posible.

La última anotación de Bioy sobre Borges dice:

1989: Hacia el final, Bernès le leyó Ulrica. Borges comentó: “Soy un escritor”. Según Bernès murió diciendo el Padre Nuestro. Lo dijo en anglosajón, en inglés antiguo, en inglés, en francés y en español.
Bernès grabó a Borges cantando La morocha y otros tangos. Dice que en esa grabación Borges ríe con la risa de siempre.